Una característica de muchas de las series y miniseries actuales en formato de 45-60 minutos es contar varias historias a la vez, bien porque el protagonista tiene varias metas (subtramas), bien porque hay un personaje protagonista colectivo que lucha por una misma meta, como en Juego de tronos (Game of Thrones, HBO, 2011-2019), o bien porque los que componen ese protagonista colectivo tiene cada uno su propia meta, como en la mítica Canción triste de Hill Street (Hill Street Blues, NBC, 1981-1987), de Steven Bochco. Digo mítica porque esta serie es la que pone de moda el relato multitrama. Y digo de moda porque esta forma de relato ya está en Intolerancia (Intolerance, 1916) de D.W. Griffith. La explicación del relato multitrama tiene que ver, en parte, con el recurso a repartos cada vez más extensos tanto para multiplicar las historias posibles en varias temporadas como para que el público de distintas edades, sexos y gustos pueda identificarse con “su” personaje. En realidad, la identificación del espectador no tiene que ver con la edad, la raza o la clase social del personaje. Tiene que ver con su meta o deseo.
El problema de trabajar con multitrama es contar historias que nada tienen que ver entre sí, es decir, que no surgen todas del mismo incidente desencadenante, que no existe punto de asignación o de integración, que carecen de una trama principal vertebradora (como sí sucede en Juego de tronos) o bien que no guardan unidad temática (como sí sucede en Intolerancia). En definitiva, se cae en la fábula episódica, desconectada, accidental.
Con punto de asignación nos referimos al sintagma o suceso del que parten
todas las tramas. En Canción triste de Hill Street este punto de
acción tiene lugar cuando el capitán Furillo reparte las misiones en la comisaría
durante la reunión matinal de las siete de la mañana. En La ley de Los
Ángeles, el punto de asignación es, igualmente, una reunión matinal en la
sala de conferencias en la que cada abogado recibe un caso o da cuenta del que
ya tiene en marcha.
El punto de punto de integración es el momento en que las diversas líneas de la acción del relato convergen, y con ello los diferentes destinos de los personajes, para resolverse. Suele ocurrir en el clímax. Pero no mediante la creación de distintas escenas en las que se produce el clímax de cada trama. Es más bien, una única escena en la que están todos los clímax. Todo se resuelve en el mismo lugar y tiempo. Como esto es muy difícil, suele recurrirse al montaje paralelo. Salto de una escena a otra, de una trama a otra, para tener la sensación de que todo se resuelve a la vez.
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