sábado, 24 de mayo de 2014

Coherencia textual I: el modelo actancial



Para que un espectador entienda y siga una película, es preciso que los distintos elementos que la forman guarden una coherencia textual. La coherencia textual es un conjunto de recursos que el autor utiliza para ligar el texto semánticamente y facilitar su comprensión como un todo. El guionista construye esta coherencia de diversas formas, algunas de las cuales ya han sido mencionadas en Narrativa audiovisual: la escritura radiofónica y televisiva. Me refiero, por ejemplo, a la continuidad temática o unidad de sentido(s) del guión. La mayoría de las perceptivas insisten en que la unidad de la obra viene del tema, el cual debe ser claramente pensado y establecido, sobre todo, en el cine, donde, como arte colectivo, intervienen numerosos autores, con las siguientes contradicciones. Es decir, el tema da unidad moral y ética al guión. Otro elemento de coherencia es la vivencia emocional o unidad del relato en cuanto al sentimiento estético. La coherencia textual debe diferenciarse de la cohesión textual o unidad del texto gracias a los recursos sintácticos y formales, como, por ejemplo, las reglas de conexión de los sucesos: comprensibilidad, causalidad, verosimilitud...
       La continuidad temática, en concreto, la elaborábamos con el modelo actancial de Greimas. Se trata de un instrumento que sitúa en seis posiciones a los distintos personajes del relato, teniendo en cuenta que un mismo personaje puede ocupar varias posiciones y varios personajes pueden ocupar una misma posición. El modelo permite dar coherencia a la caracterización (triángulo psicológico), a los sucesos (triángulo de la acción) y al tema (triángulo ideológico), de ahí su gran importancia. Así mismo se construye sobre tres ejes: eje del deseo (Sujeto y Objeto), eje de la comunicación (Destinatario y Destinador) y eje de la participación (Ayudantes y Oponentes).
        Tomemos el ejemplo de la película Asesinato en 8 mm (8mm, 1998), cuyo resumen sería el siguiente: un detective es contratado por una anciana para averiguar si está viva o muerta una adolescente que aparece asesinada en una «snuff-movie», la cual fue realizada por orden de su marido; cuando el detective descubre que fue asesinada, decide, por orden de la madre de la chica, y por el bien de su propia hija, aún una niña, matar a los asesinos.
 


        Sobre lo ya explicado en Narrativa audiovisual: la escritura radiofónica y televisiva, quisiera añadir algunos datos para la correcta comprensión del modelo actancial. En primer lugar, en torno a este modelo se configuran otros modelos secundarios, definidos desde los distintos personajes. Por ejemplo, en una trama donde un hombre pobre quiere casarse con una mujer, pero se opone otro hombre de rango social aristocrático, el hombre pobre es sujeto, la mujer, objeto y el aristócrata, oponente. Ahora bien, desde el punto de vista del antagonista, el aristócrata es sujeto, la mujer sigue siendo objeto y el hombre pobre es oponente. Finalmente, si la mujer ama al hombre pobre, tenemos que la mujer es sujeto, el hombre pobre es objeto y el aristócrata, oponente. Dibujar estos modelos secundarios puede ser muy adecuado cuando trabajamos en series con muchos personajes, los cuales intervienen en distintas tramas y, por lo tanto, ocupan varios puestos actanciales.
         En segundo lugar, es fundamental definir el tipo de deseo que el protagonista siente por el objeto. No basta con dibujar el esquema: Juan (fecha del deseo) María. Hay que indicar qué tipo de deseo tiene el sujeto. ¿Quiere casarse con ella? ¿Quiere seducirla? ¿Violarla? ¿Matarla? Cada uno de estos verbos es una fuerza actancial, o lo que es lo mismo, en el modelo hay que señalar también la fuerza actancial que interviene: el verbo activo que preside la acción. Por ejemplo, el sujeto quiere/desea robar (un banco), conquistar (una chica), vengarse (de un asesino), descubrir (una medicina), proteger (al presidente), escapar (de una cárcel), obtener (un ascenso)...
            La fuerza actancial se compone de un verbo que expresa el deseo (quiere, desea...) y de un verbo activo y casi siempre transitivo (seducir, conquistar...), lo que desde la sintaxis implica un objeto directo o un suplemento, es decir, un Objeto. Este segundo verbo es fundamental, pues define muy bien qué tipo de trama estamos escribiendo y cuál es la estrategia principal del protagonista. En las películas de ladrones vemos que el sujeto quiere atracar, robar, estafar... En las de policías, capturar, detener, castigar... En la de aventuras, encontrar, conquistar, colonizar... En la de poder, ascender, comprar, ganar... En las de médicos, curar. En la de científicos, saber. Etcétera.
            En el modelo actancial deben estar todos los personajes con un papel significativo en el relato. Evidentemente, al principio, solo conocemos unos pocos. El resto deberá añadirse a medida que se construye la trama. Y solo pueden situarse entes abstractos o entes generales (es decir, no-personajes: el amor, la venganza, la ciudad...) en el Destinador y en el Destinatario. La excepción serían ciertos géneros, como el auto sacramental, donde La Gula o El Espíritu Santo pueden ser personajes y, por lo tanto, podrían ocupar cualquier puesto del modelo.
         En cuanto al objeto, sabemos que todo relato es la expresión de un deseo, una acción destinada a conseguir un objeto. El deseo solo existe porque hay objeto y el objeto existe porque hay un sujeto con un deseo. Igualmente, el actor no puede interpretar sin un deseo que lleve a un objeto. Pero este objeto nunca es algo general, ni interno y rara vez es pasivo. Al contrario es:

1.   Exterior. No caben abstracciones ni fuerzas psíquicas: el bien, la venganza, la salvación, el amor, la muerte, el poder, la fe...
2.   Concreto. Significa que es algo visible, representable, físico: un maletín con 500 millones, una mujer/un hombre, un casa, el puesto/despacho de Director General... En la película El salario del miedo (Le salaire de la peur, 1952) el deseo del protagonista de volver a Francia se concreta mediante un billete del metro de París, el cual aparece en el último fotograma del film para indicarnos que el personaje no ha podido alcanzar su meta. Los objetos que figuran en el modelo actancial nos demuestra que la mayoría de los relatos más que expresar los deseos de la humanidad, expresan el deseo masculino.
3.   Imprescindible. Por supuesto, no se trata de ponerle un deseo al protagonista sin más. Lo importante es qué significa para el sujeto la consecución o no de esa meta. ¿Qué males y desgracias le pueden llegar? ¿Qué bienes y dichas puede conseguir? En definitiva, ¿qué está en juego?, o lo que es lo mismo, el por qué (destinatario) y para qué (destinador) deben implicar que algo muy importante para el protagonista está en peligro. El sujeto no puede permitirse fracasar en la consecución de su deseo. Y, al mismo tiempo, existe unos oponentes tanto o más fuertes que el sujeto, incluido quizás algún rasgo del propio sujeto. Todo ello hace dudar al público seriamente acerca de la capacidad del héroe para conseguir lo que se propone.
4.   Activo. El objeto puede ser, al mismo tiempo, oponente o ayudante.
5.   Cambiante. Un personaje quiere casarse con María (objeto), pero a la mitad del relato descubre que es mejor (menos guapa, pero más simpática) su amiga Elena (objeto) y, finalmente, se casa con ésta.
6.   Múltiple. Otras veces el sujeto se debate entre dos objetivos incompatibles. En la película El apartamento (The Apartment, 1960), el protagonista, Bud, quiere ascender y quiera a la chica, Fran, sin que sea posible conseguir las dos cosas. Finalmente, se decanta por la chica. También puede ocurrir que siendo el mismo objeto, la fuerza actancial sea incompatible: un abogado duda entre encarcelar (fuerza actancial 1) al asesino (objeto y oponente) de su mujer o matarlo (fuerza actancial 2). Lo primero es un acto de justicia, lo segundo una venganza contraria a la ley. En ambos ejemplos, el sujeto se encuentra ante un dilema.
7.   Consciente o inconsciente. En ocasiones, el deseo es inconsciente, es decir, el sujeto persigue una cosa, pero en determinado momento descubrimos que en el fondo desea otra. Por lo tanto, en el modelo actancial podemos colocar el deseo consciente y, entre paréntesis, el deseo inconsciente. Por ejemplo, Juan quiere a María, pero en el fondo a quien ama es a su amigo Pedro. Solo en determinado momento reconoce que es un homosexual. O bien: un policía está especializado el perseguir pedófilos, pero, en realidad, «disfruta» con su trabajo. Lo mismo sucede con el incendiario que se hace bombero o agente forestal. ¿De verdad su deseo es apagar fuegos?

        
Greimas
Por lo que se refiere al destinador se trata del puesto actancial que nos da la motivación del sujeto: el por qué. ¿Por qué el protagonista quiere el objeto? Una descripción psicológica del protagonista no vale para nada si no está refrendada por su acción, es decir, si el destinador no es la motivación que empuja al sujeto a desear el objeto. Normalmente, el destinador es un mandatario (alguien pide al sujeto que haga algo) o bien es una fuerza abstracta de tipo psicológico. Hay que tener en cuenta que cada objeto es deseado por una causa muy peculiar, es decir, el personaje siempre actúa con una motivación, hay un sentimiento (un destinador) que conecta el sujeto con el objeto. Si un chico desea a una chica, es porque el amor actúa de destinador. Si un policía quiere detener a un asesino, es porque su sentido de la justicia actúa de destinador. Si el soldado quiere derrotar al enemigo ocupante es por su patriotismo. Por ejemplo, ¿por qué el sujeto quiere matar al objeto? ¿Por venganza? ¿Por celos? ¿Por codicia? Normalmente, este puesto está ocupado por fuerzas como: el amor (sexual, filial, religioso); el deseo de riquezas, de honores y la codicia; la envidia, los celos y el orgullo; el odio, el fanatismo y el deseo de venganza; la curiosidad concreta, vital o metafísica; el patriotismo; el deseo de un trabajo, de cumplir una vocación, de realizarse; el ansia de libertad y de paz; o bien el miedo a la muerte, al pecado, al dolor, a la miseria, a la enfermedad, a la pérdida del amor, a la pérdida de los seres queridos...
            Por último, el destinatario indica para qué el sujeto deseo el objeto. Este actante también puede ser un personaje de carne y hueso o una fuerza abstracta. Pero, en ambos caso, estaremos ante la expresión de la ideología del texto, en el sentido de que un destinador X puede simbolizar la ideología Y:

                                        X                                                                     Y
                                      Rey                                                       Monarquismo
                                    Patria                                                        Patriotismo
                                    Judíos                                                         Sionismo
                                    Mujer                                                        Feminismo
                                   Pueblo                                                        Populismo
                                    Cristo                                                      Cristianismo
                                  Libertad                                                     Liberalismo
                               Raza blanca                                                     Racismo
                               Humanidad                                                  Humanismo

              El modelo actancial, aunque es un esquema un tanto simplista, tiene un significado más profundo del que pensamos. Dicen los filósofos que el deseo es la expresión de una necesidad o expresión de la búsqueda del placer. Esto es, en la vida, el placer está asociado a la consecución de un objeto. Pues bien, si al público le gusta tanto el relato es porque en su esencia (en su modelo actancial) es como la vida misma. Nos presenta a un ser humano en busca del placer o bien, si el deseo que persigue lo demanda con un sentido ético, a un hombre en busca de la felicidad.

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