sábado, 25 de junio de 2011

Ni niños ni perros

Jean-Pierre Léaud
Todo el mundo en la profesión sabe que los niños y los semovientes, o sea, los perros, los gatos, los monos, las arañas, los delfines y demás fauna terrestre o acuática multiplican las dificultades de un rodaje. Los menores, por ejemplo, tienen un horario de trabajo más reducido que los adultos. Por eso es habitual recurrir a los gemelos, los cuales se turnan delante de la cámara. Un caso reciente es el de Iván Palacios y Joaquín Palacios que hacen de Martín Castro Balmes en la telenovela  El secreto de Puente Viejo (Antena 3, 2011).
Martín en El secreto de Puente Viejo
Pues bien, la Junta Directiva de la Academia de Cine ha decidido que los menores ya no podrán merecerse un galardón por su esfuerzo. Complican los rodajes y ahora resulta que también las ceremonias de premios. Parece ser que el hecho de que un niño gane un Goya implica que pasa a ser miembro de la Academia, lo cual crea problemas legales por ser menores de edad. Por lo tanto, no volverán a repetirse los casos de Andoni Erburu, Goya con nueva años por Secretos del corazón, Juan José Ballesta, con trece años por El bola, Ivana Baquero, con doce años por El laberinto del Fauno, Nerea Camacho, por Camino, y el doble premio que ha rebosado el vaso, Marina Comas y Francesc Colomer, por Pa negre. Por cierto, como la decisión se ha tomado justo ahora, cuando los premiados eran niños catalanes, algunos han interpretado la media como una represalia de Madrid contra Cataluña. A los nacionalistas todo les vale para “meter la cuchara”. Así se ha dado la notica en los medios:


Jackie Coogan
En defensa de esta decisión de la Academia ha salido el actor Simón Andreu. Ha equiparado los niños con los semovientes. En concreto ha dicho: "Una cosa es actuar y otra distinta es estar bien en su papel. La mula Francis estaba bien en su papel. Y que un niño esté bien en su papel no significa que sea un buen actor. Los niños no son actores, son caras expresivas, y a una cara expresiva no puedes darle un Goya. Hay que esperar a que se formen”. Pero entonces lo lógico sería que tampoco pudiesen recibir un premio los adultos sin dicha formación, por ejemplo, el protagonista de Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette,1948), o el actor de Yo, también (2009), Pablo Pineda, con síndrome de Down. Por otro lado, si los niños son solo caras expresivas, la crítica y hasta la historia del cine deberían olvidarse de Jackie Coogan en El chico (The Kid, 1921), de los niños de Yasujiro Ozu, de Jean-Pierre Léaud en Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, 1959), o de Richie Andrusco, niño de siete años protagonista de El pequeño fugitivo (Little Fugitive, 1953). Esta última película cuenta la historia de un niño que cree haber matado a su hermano. Sin saber que todo es una broma, huye y se esconde en la feria de Coney Island. El filme es hoy un clásico. Refleja la influencia del neorrealismo italiano (movimiento particularmente sensible por la infancia) y, al mismo tiempo, es un hito del cine independiente norteamericano. El esfuerzo del “niño-cara expresiva”, que diría Andreu, es tal que está en cerca del 70% de los planos.



Desde un punto de vista teórico (narratológico), no hay duda de que Joey, el niño del filme, es un actante: persona, animal o cosa que participa de un programa narrativo. ¿Pero se merece un premio? La verdad es que meterse en el debate de quién es y quién no es actor, discutir sobre si hace falta “carnet” o vale cualquiera, resulta tan polémico que lo lógico es que, precisamente, los académicos voten y decidan si el ganador puede ser o no un niño. Basta seguir los comentarios en Internet para observar que la mayoría de las personas ha interpretado las razones “legales” de la Academia como una excusa. Su decisión escondería, en realidad, ciertos “miedos” de la profesión: miedo al talento natural, miedo al impacto fotogénico de los niños (y de los perros) ante la cámara (pregunten a los publicitarios) o, mucho más sencillo, miedo al voto. Lo cierto es que, para los que no somos mitómanos ni creemos mucho en  los premios, esta polémica es un tanto estéril: vanidad de vanidades de los académicos, que diría el Eclesiastés. Por lo tanto, no perdamos un minuto más en esto y disfrutemos en la pantalla de los niños y de los perros.

1 comentario:

  1. Me basta mencionar un solo nombre de niño actor para demostrar la capacidad y el talento de tantos actores menores "H. J. OSMEN"; El sesto Sentido, Cadena de favores, Inteligencia Artificial... Fotogenia, naturalidad... Gran actor de papeles dramáticos, humanos, terror, ficción...

    Joselito y Marisol, chiquillos que sacrificaron su infancia, en pos de sus bocaciones de actor donde demostaron grandes dotes interpretativos.

    No es coherente, y atenta contra la justicia y a la ética profesional no valorar a pequeños genios del cine con el mismo varemun y criterios que los jueces de certamenes cinematografico utilizan para valorar a los actores adultos.

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