miércoles, 26 de marzo de 2014

La información en el guión: la metáfora del camino



Cada vez que alguien me pasa un guión para que le dé su opinión sobre lo que han escrito, me ratifico en la idea de que el manual Técnicas del guión para cine y televisión, escrito por el novelista, dramaturgo y guionista Eugene Vale, es uno de los mejores textos de escritura cinematográfica. Aunque él solo esboza el tema, pone el acento en algo muy elemental que afecta a los guiones que leo, algo que otros manuales sobre la escritura audiovisual al estilo de Hollywood casi nunca tocan: la información. ¿Qué cantidad de datos son necesarios para entender una historia? ¿Dónde colocarlos para hacerla más dramática? ¿Quién sabe qué? Dice Vale: "Al comienzo de la película no sabemos nada. En el curso del relato se va acumulando información hasta que al final lo sabemos todo. O por lo menos deberíamos conocer todos los hechos esenciales" (61).


La técnica de manejo de la información es la que hace que un guión sea, en primer lugar, comprensible, que se entienda, cosa que no siempre sucede con los guionistas noveles. Puede suceder, por ejemplo, que en una página digan que toda la acción sucede en Madrid y tres páginas después afirmen que estamos en Barcelona; o bien los personajes llamados en un momento Juan y en otro Camarero resulta que son el mismo personaje. Los novatos, además, quieren contarlo todo de los personajes en las diez primeras páginas: en qué trabaja la protagonista, si tiene un amante, si juega al pádel o al golf, etc. Pero luego descubrimos que es irrelevante que sea abogada, casada o jugadora de pádel. Dice Vale: "el escritor debe proporcionar suficientes factores como para dar al espectador una comprensión total del relato. Debe evitar la incertidumbre o vaguedad sobre los factores necesarios" (69).


Pero, sobre todo, el buen manejo de la información hace que el guión sea más dramático, es decir, mejor construido: más cómico,más terrorífico, más trágico... La técnica de la dosificación y disposición de la información es tan importante como la técnica de la estructura (las escenas y los actos), tan valiosa como la rica construcción de los personajes (los rasgos y los roles), tan plástica como la composición de la situación (el espacio y el tiempo), tan difícil como la escritura de diálogos (la modalidad) y tan esencial como el manejo de la transmisión narrativa (las voces y el aspecto). O mejor dicho, la técnica de la información no es más que el talento del guionista para presentar los sucesos, de modo que, por ejemplo, algo que en una escena parece intrascendente, escenas después descubrimos que es esencial (estructura). Es la habilidad del guionista para decidir en qué momento el rasgo contradictorio del protagonista se da a conocer (personaje) o bien en qué momento revela al espectador que, en realidad, lo que vemos es un sueño (situación). Es, también, la capacidad del guionista para evaluar si el exceso de información ha estropeado un diálogo o bien si legítimamente puede dar información falsa porque el narrador que cuenta la historia es un "narrador mentiroso". En este último sentido (el de la transmisión narrativa), el guionista tiene que ser muy diestro. Debe decidir, por ejemplo, qué sabe el público; qué sabe el público,  pero no saben los personajes; qué sabe un personaje, pero no sabe otro; qué información puede conocer un narrador autodiegético (el narrador protagonista de los sucesos) frente a uno heterodiégetico (el narrador testigo de los sucesos).  En otras palabras, como dice Vale, la selección y dosificación "de la información puede hacer al relato más interesante de lo que en realidad es" (62).


Para explicar los distintos estilos con los que los guionistas manejan la información utilizo la metáfora del camino: la autopista, la carretera secundaria, el bosque con migas de pan, la selva y el desierto. Hay guionistas que dan tanta información que es como viajar por la autopista. Todo está tan señalizado, tan previsible es el camino en su trazado, que el viaje resulta aburrido. Bien es cierto que el guión de un documental didáctico, que tiene su dificultad, hasta cierto punto debería ser así.


Otros guionistas dosifican mejor la información y hay momentos inesperados, como las curvas, los badenes y los animales sueltos que pueden sorprenderte en las carreteras secundarias. El guión de la comedia de enredo, por ejemplo, necesita de este dominio de la técnica de la información.


El thriller de suspense y de misterio, por su parte, es como el bosque con migas de pan. El guionista dosifica perfectamente las pistas para indicarle al público inteligente, que sabe descubrir esa información, la dirección que debe tomar. Hitchcock era el maestro en la construcción de este tipo de camino. Escribir estos guiones es complicadísimo. Funcionan como mecanismos de relojería.


Y hay guionistas que creen que, ocultando la información, la narración se vuelve más intrigante, más interesante, más misteriosa, más profunda, pero solo logran que el público se sienta como en el desierto: exhausto y perdido, sin saber por dónde avanzar, sin entender de qué va la historia, confundidos por un espejismo. Estos guiones, al principio, te hacen sentir estúpido. "¿Será que yo no lo entiendo?", te dices. Porque estos guiones tienen momentos (recalco lo de momentos) brillantes: diálogos sensibles, imágenes muy plásticas, acciones que te dejan planchado. Pero resulta que llegas a la página treinta y todavía no sabes de qué va aquello; no sabes si los personajes son lo que son, porque como todos parece que ocultan algo... Digamos que el guionista novato es incapaz de "hacer camino" porque oscila entre el exceso y el caos, su guión es una selva, mientras que el guionista "del desierto" se mueve entre el minimalismo y el desconcierto organizado, erróneamente organizado.


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