Cada vez que alguien me pasa un guión para que le dé su
opinión sobre lo que han escrito, me ratifico en la idea de que el manual Técnicas del guión para cine y televisión,
escrito por el novelista, dramaturgo y guionista Eugene Vale, es uno de los
mejores textos de escritura cinematográfica. Aunque él solo esboza el tema, pone
el acento en algo muy elemental que afecta a los guiones que leo, algo que
otros manuales sobre la escritura audiovisual al estilo de Hollywood casi nunca
tocan: la información. ¿Qué cantidad de datos son necesarios para entender una
historia? ¿Dónde colocarlos para hacerla más dramática? ¿Quién sabe qué? Dice
Vale: "Al
comienzo de la película no sabemos nada. En el curso del relato se va
acumulando información hasta que al final lo sabemos todo. O por lo menos
deberíamos conocer todos los hechos esenciales" (61).
La técnica de manejo de la información es la que hace que
un guión sea, en primer lugar, comprensible, que se entienda, cosa que no
siempre sucede con los guionistas noveles. Puede suceder, por ejemplo, que en
una página digan que toda la acción sucede en Madrid y tres páginas después
afirmen que estamos en Barcelona; o bien los personajes llamados en un momento
Juan y en otro Camarero resulta que son el mismo personaje. Los novatos,
además, quieren contarlo todo de los personajes en las diez primeras páginas:
en qué trabaja la protagonista, si tiene un amante, si juega al pádel o al golf,
etc. Pero luego descubrimos que es irrelevante que sea abogada, casada o
jugadora de pádel. Dice Vale: "el escritor debe proporcionar
suficientes factores como para dar al espectador una comprensión total del
relato. Debe evitar la incertidumbre o vaguedad sobre los factores
necesarios" (69).
Pero, sobre todo, el buen manejo de la información hace que
el guión sea más dramático, es decir, mejor construido: más cómico,más
terrorífico, más trágico... La técnica de la dosificación y disposición de la
información es tan importante como la técnica de la estructura (las escenas y
los actos), tan valiosa como la rica construcción de los personajes (los rasgos
y los roles), tan plástica como la composición de la situación (el espacio y el
tiempo), tan difícil como la escritura de diálogos (la modalidad) y tan esencial
como el manejo de la transmisión narrativa (las voces y el aspecto). O mejor
dicho, la técnica de la información no es más que el talento del guionista para
presentar los sucesos, de modo que, por ejemplo, algo que en una escena parece
intrascendente, escenas después descubrimos que es esencial (estructura). Es la
habilidad del guionista para decidir en qué momento el rasgo contradictorio del
protagonista se da a conocer (personaje) o bien en qué momento revela al
espectador que, en realidad, lo que vemos es un sueño (situación). Es, también,
la capacidad del guionista para evaluar si el exceso de información ha
estropeado un diálogo o bien si legítimamente puede dar información falsa porque
el narrador que cuenta la historia es un "narrador mentiroso". En
este último sentido (el de la transmisión narrativa), el guionista tiene que
ser muy diestro. Debe decidir, por ejemplo, qué sabe el público; qué sabe el
público, pero no saben los personajes;
qué sabe un personaje, pero no sabe otro; qué información puede conocer un
narrador autodiegético (el narrador protagonista de los sucesos) frente a uno
heterodiégetico (el narrador testigo de los sucesos). En otras palabras, como dice Vale, la selección y dosificación
"de la información puede hacer al relato más interesante de lo que en
realidad es" (62).
Para explicar los distintos estilos con los que los
guionistas manejan la información utilizo la metáfora del camino: la autopista,
la carretera secundaria, el bosque con migas de pan, la selva y el desierto.
Hay guionistas que dan tanta información que es como viajar por la autopista.
Todo está tan señalizado, tan previsible es el camino en su trazado, que el
viaje resulta aburrido. Bien es cierto que el guión de un documental didáctico,
que tiene su dificultad, hasta cierto punto debería ser así.
Otros guionistas dosifican mejor la información y hay momentos
inesperados, como las curvas, los badenes y los animales sueltos que pueden
sorprenderte en las carreteras secundarias. El guión de la comedia de enredo,
por ejemplo, necesita de este dominio de la técnica de la información.
El thriller de suspense y de misterio, por su parte, es
como el bosque con migas de pan. El guionista dosifica perfectamente las pistas
para indicarle al público inteligente, que sabe descubrir esa información, la
dirección que debe tomar. Hitchcock
era el maestro en la construcción de este tipo de camino. Escribir estos
guiones es complicadísimo. Funcionan como mecanismos de relojería.
Y hay guionistas que creen que, ocultando la información,
la narración se vuelve más intrigante, más interesante, más misteriosa, más
profunda, pero solo logran que el público se sienta como en el desierto: exhausto
y perdido, sin saber por dónde avanzar, sin entender de qué va la historia,
confundidos por un espejismo. Estos guiones, al principio, te hacen sentir
estúpido. "¿Será que yo no lo entiendo?", te dices. Porque estos
guiones tienen momentos (recalco lo de momentos) brillantes: diálogos
sensibles, imágenes muy plásticas, acciones que te dejan planchado. Pero
resulta que llegas a la página treinta y todavía no sabes de qué va aquello; no
sabes si los personajes son lo que son, porque como todos parece que ocultan
algo... Digamos que el guionista novato es incapaz de "hacer camino"
porque oscila entre el exceso y el caos, su guión es una selva, mientras que el
guionista "del desierto" se mueve entre el minimalismo y el desconcierto
organizado, erróneamente organizado.
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