“¿Y por qué este mundo es justo así?”, nos decimos a menudo. ¿Así? ¿Cómo? ¿Cómo es el mundo? ¿Alguien lo tiene claro? El mundo puede ser, en realidad, un pedazo borroso de memoria, una matriz
informática, un sueño surrealista, un absurdo kafkiano, una paranoia,
una explosión de fuerzas casi mágicas, un ecosistema al borde del
apocalipsis, una predicción fracasada o, en fin, solo la antesala del
más allá.
La ficción se ha planteado a menudo esta pregunta. De hecho, son famosas las frases de Shakespeare: “El mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres son meros actores”; o aquella otra que dice que la
vida es “un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que
nada significa". Con estas frases, el dramaturgo inglés da cuenta,
además, de la existencia de otro mundo paralelo a este: el de la
ficción. Incluso Umberto Eco desarrolló la teoría de los “mundos
posibles” para evidenciar cómo los artistas trasladan a sus obras
distintas interpretaciones de la realidad o bien expresan su
complejidad. Básicamente, denuncian el mundo existente, proponen un
nuevo mundo y cuestionan que lo que llamamos realidad sea tal cosa.
Estas son diez de las interpretaciones más frecuentes que se dan en el
cine sobre esta cuestión y algunas de las películas en que las pueden
encontrase:
1. La matriz
La película Matrix (1999) está a medio camino entre el mito de la caverna y Alicia en el país de las maravillas.
Su mensaje es: “El mundo que vivimos no es real”; es un sistema de
símbolos y representaciones (como esta página) que tiene su propia
dinámica, una dinámica muy atractiva en la que el hombre queda atrapado.
Por eso, como dice Morfeo, la mayor parte de la gente no quiere
desenchufarse. Hay que convencerles que, utilizar la “matriz” para
aquello para lo que no está programada, es la única forma de liberarse
de su tiranía.
2. La ficción
Pleasantville
es un pueblo en el que transcurre una serie de televisión. Aparece en
blanco y negro porque estamos en los años cincuenta del siglo XX,
aunque, en realidad, es así porque en ese pueblo (en esa serie) está muy
claro qué es lo bueno y qué es lo malo. Todo es tan nítido, tan
evidente, tan perfecto, que nada cambia, que no es preciso que los
personajes se planteen preguntas. Hasta que llegan dos personas que lo
cuestionan todo y en ese mundo en blanco y negro comienzan a aparecer
manchas: manchas de color. Esas manchas son el inconformismo, el cambio,
la imaginación, la pasión…
3. La paranoia
Hay tantos mundos posibles como psicopatologías. Una de ellas puede ser la paranoia. El club de la lucha (1999) viene a decir: “Pégame para despertar de este mundo consumista”. Pero el giro sorprendente del filme revela que también aquí impera la apariencia. El protagonista y la persona que éste busca, Tyler
Durden, son la misma persona, o lo que es lo mismo, toda la historia
sobre un hombre que se propone por meta derrotar este mundo consumista, a
través de una organización anticapitalista y anticorporativista llamada
"Project Mayhemso”, solo es un paranoia, un delirio de un enfermo
mental. La contracultura, podría sostenerse, es el delirio de un loco
peligroso. El sistema dice: “Volar mi mundo para sustituirlo por otro
que solo es un sueño, un delirio, es propio de estúpidos”. ¿Pero solo
podemos escoger entre ser consumistas o terroristas? ¿Hay que elegir vivir en un mundo alienado o bien en un mundo de “jackass” y tarados?
4. Lo kafkiano
El proceso
(1925) es una novela póstuma de Franz Kafka. El protagonista Josef K.
es arrestado sin que nadie le dé una explicación ni sepa de qué se le
acusa. El relato ha dado lugar a la expresión “kafkiano”,
que designa una situación angustiosa y absurda, un mundo atrapado en su
propio engranaje, un mundo que ha olvidado los fines y solo se rige y
piensa en los medios, ya sea la burocracia, el sistema
económico o las redes sociales. Orson Welles llevó la novela al cine en
1962 y tradujo a imágenes el sentido de lo kafkiano.
5. El sueño
Después
de la matriz, la ficción, la paranoia y lo kafkiano, una quinta forma
enmascaramiento de la realidad, quizás la más repetida en el cine y la
literatura, es la confusión entre sueño y realidad. Un perro andaluz
(1929) sostiene la tesis de que, en verdad, la realidad está en lo
sueños, de que en ellos revelamos los más profundo de nosotros mismos.
El surrealismo es más lúcido que el realismo.
6. Lo mágico
Como agua para chocolate (1992) y Amélie
(2001) coinciden en que presentan a dos mujeres que saben sobreponerse a
sus desgracias porque descubren el lado “mágico” de las emociones, una
interviene con sus platos de cocina, la otra, con sus afectos. Gracias a
ellas descubrimos que otro mundo es posible. La vida se impregna de una
especie de realismo mágico, el mundo adquiere una connotación
fantástica, los hechos que se muestran parecen insólitos, son
improbables, casi milagros, pero se perciben con normalidad porque, en
efecto, los milagros suceden, el amor los provoca.
7. La memoria
¿Qué
pasó el año pasado en Marienbad? Depende de quién lo recuerde. Él vivió
una gran historia de amor. Ella le ha olvidado. Con El año pasado en Marienbad
(1961), Resnais quería hacer una película sobre la memoria para
explicar cómo el mundo se construye de humo: no recordamos el fuego que
encendimos sino tan solo un síntoma vago, pequeñas partículas en
suspensión, que demuestran que algo importante pasó. Nuestro mundo está
hecho de pedazos de memoria borrosos.
8. El mito
La
idea de una civilización incivilizada, de un mundo violento, voraz y
corrupto, suele ir unida al mito del buen salvaje (el hombre que es
bueno por naturaleza pero la sociedad le corrompe) y al mito del retorno
a la naturaleza (solo evitaremos el apocalipsis si recuperamos la
armonía con el entorno). Los hombres primitivos, con sus taparrabos y
sus amuletos, lejos de ser incultos y supersticiosos, deberían ser para
nosotros modelos de sabiduría y pureza. Porque el hombre actual es una
especie invasora, parásita y predadora. En la ficción esta idea de un
mundo más feliz cuanto mejor el hombre se integra con el ecosistema se
ha plasmado en las historias de Tarzán, Mogli o en este filme de Truffaut, El pequeño salvaje (1969).
9. La predicción
Mientras
que el mito del paraíso perdido parece encontrar un mundo mejor en
cierta vuelta al pasado, la prospectiva se ocupa de predecir lo que
puede venir y, sobre todo y más difícil, trata de inventar un mundo
futuro mejor. La ciencia-ficción es el género literario que ha explorado
estas posibilidades, aunque ha propuesto casi más distopías que
utopías. Dos propuestas del siglo pasado, las novelas Un mundo feliz (1932) y 1984
(1949), ambas llevadas a la pantalla, acertaron en ciertos aspectos,
pero fracasaron en su prospectivas de cómo sería nuestro mundo. Hoy
continúan las guerras y el arte, pese a lo dicho en la primera novela, y
han caído los totalitarismos, en contra de lo previsto por la segunda.
10. El más allá
La
posibilidad de que exista otro mundo después de la muerte, ya sea en
forma de paraíso o de infierno, ha hecho compatible la idea de que, en
realidad, el aquí y el allá no tienen por qué ser mundo sucesivos (uno
después del otro) sino mundo paralelos. En este sentido, lo vivos
podrían conectar con los muertos (nuestros antepasados, las almas en
pena, los santos…), o lo que es lo mismo, ya en este mundo se podría
tener contacto con el mundo verdadero: el mundo de lo sagrado o de lo
espiritual. Un ejemplo con este motivo es el filme Más allá de la vida (2011).
Con
estos motivos, el cine platea en el espectador preguntas como: ¿En qué
mundo te gustaría vivir?, ¿Cuál debería desaparecer?, ¿Por qué en cada
época predomina uno u otro? Pero, sobre todo, como
decíamos, este cine traslada una visión del mundo que tiene por tema el
propio mundo: su ontología, sus límites. El mundo, en este sentido, se
vuelve inquietante porque puede ser muchas cosas distintas y muy
alejadas de lo real: una matriz, una ficción, una paranoia, un
contrasentido, un sueño, un encantamiento, un recuerdo, un mito, una
prospectiva o tan solo una prueba para ganarse el cielo.